Comparto con ustedes un muy buen ejemplo de nota color, redactada por un alumno de la comisión que cursó en 2012 que, tal como la consigna que deberán cumplir ustedes, se dedicó a "seguir" a un personaje (público o ignoto) y registrar sus impresiones acerca de él y su entorno. El trabajo tendrá una extensión aproximada de 5 mil caractéres (500 más, 500 menos, incluir al comienzo una bajada para presentar al personaje), y deberá incluir una minuciosa descripción del personaje elegido y su entorno, y su testimonio directo y, eventualmente, el de quienes lo rodean en su hábitat cotidiano. El trabajo deberá ser presentado el lunes 27 de mayo (segunda y última fecha: 3 de junio). Recuerden que escribimos con doble interlineado y de un solo lado de la hoja.
Pechito: “No se fijen en mí”
En todos los barrios porteños siempre hay una o dos personas que son conocidas por todos. En Palermo, un linyera acapara todas las miradas “por vivir a su manera”.
Por Leonel Paz - Comisión 33 | 2012
Sin lugar a dudas, el barrio de Palermo es uno de los más turísticos y más grandes de la ciudad de Buenos Aires. Por su concentrada variedad de atracciones y la gran cantidad de avenidas importantes en su interior, el caudal de personas que circula por él es cuantioso. Pero hay una que es muy particular y que hace 12 años vive en la avenida Scalabrini Ortiz al 2900, casi esquina Santa Fe. Su nombre es Alejandro, tiene 39 años y es el eje de miradas y comentarios de cualquier caminante ocasional.
Al salir de la boca del subte de la línea D a las 17.08 de este sábado fresco y seminublado, la imagen llama poderosamente la atención: debajo del cartel luminoso de Banelco hay un colchón de una plaza en el piso, varias frazadas, dos perros muy bien cuidados con sus mantitas, un cajón de madera que hace de mesita para un televisor color Hitachi de 20 pulgadas, un puf para sentarse, un cuadro de un marciano y una foto de Alejandro, más conocido como Pechito, que lleva la inscripción “lo podrán imitar pero jamás igualar”.
El dueño de todos estos “pequeños logros” -como él mismo definirá a sus pertenencias más tarde- no se encuentra. Prácticamente no hay persona que pase delante del colchón y no lo mire entre risas o con asombro. Tanto que durante una hora más de diez personas le sacaron fotos (doce para ser preciso). Cuando el semáforo da luz roja, los conductores de automóviles también son testigos y utilizan ese minuto para contemplar la situación. Algunas personas mueven la cabeza de lado a lado y rezongan por lo bajo “estamos en el país de la joda, cualquiera hace lo que se le dé la gana, mira éste” susurra una mujer a este cronista.
Son las 18.40, el sol ya dijo hasta mañana y Pechito sigue sin aparecer. “Debe estar por ahí, regresa pronto. Hace cinco años que conozco a Alejandro, desde que puse este local. Es un tipo muy humilde, honesto y lleno de valores. Yo siempre le doy para que me haga algún mandado. Salgo a la vereda lo llamo y enseguida se cruza. Nunca quiere que le pague dos veces si le pido dos cosas en el día, me dice que con que le dé plata por un mandado es suficiente, que los demás me los hace igual. Cero aprovechador. Pasa que hay gente en este barrio que está llena de prejuicios y habla sin saber", dice la dueña de Calzados Candela.
Sus perros Alberto Cortez y Nino Bravo, como él los apodó, esperan junto a este cronista su regreso. Luego de 8 minutos llega caminando lentamente mientras canta y saluda al vendedor de flores. Estaba en un hotel alojamiento. “Ahí me voy a bañar, luego me afeito y después hago lo que tengo hacer con la que pueda” afirma Pechito entre risas. “En invierno me baño ahí, en verano lo hago en la fuente del Monumento a los Españoles. También baño los perros y lavo algo de ropa”.
Tras la muerte de su madre y cansado de los maltratos de su padre, a los 10 años se fue de la casa que lo vio nacer en San Miguel. Dormía en los pastizales, según cuenta, y seguía yendo al colegio mientras trabajaba con la escoba. “Mi vieja para mí era todo, desde que murió mi casa fue un caos. Mamá hay una sola, papá hay muchos. Daría mi vida por tenerla conmigo dos minutos. Extraño y amo a mi mamá aunque esté muerta” dice Pechito mientras pide disculpas por sus lágrimas.
Alejandro supo tener muchas de las comodidades que disfrutan sus “vecinos”, pero sabe que las cosas materiales no son lo más importante. Aunque fue dueño de cinco autos en un momento de su vida, ahora valora otras cosas que antes no consideraba “Mi vida es ésta desde que la droga me dejo en la calle en 1997. Antes no pensaba si alguien pasaba frío o tenía hambre, en mi cabeza era yo y yo. Cuando lo perdí todo, aprendí lo que es ser solidario y más humano, que es lo que te da realmente paz alma y al corazón. También me di cuenta de que no me podía seguir drogando, porque había defraudado a mucha gente que no lo merecía. Vendí todo lo que era mío y lo que no era mío también. La droga me dejó en el fondo del mar, pero la dejé por voluntad propia y reviví” subraya con la voz firme.
El linyera -como se autodenomina- tiene gran sentido del humor y lo demuestra a cada rato. Todas las tardes se pone una peluca, una camisa, se perfuma bien, canta y saluda a todas las personas que pasan -especialmente a las mujeres- con un equipo de sonido de karaoke. “Mi vocación de cantar y hacer humor viene desde chico pero nunca la pude explotar porque vivía para el trabajo. Ahora lo dejé de hacer porque me robaron el equipo, igual sigo haciendo chistes y piropeando a las mujeres que pasan. Siempre con respeto. Por más que sean lindas o feas yo las piropeo, eso las hace sentir bien y les roba una sonrisa con muy poco” relata Pechito que ya está ahorrando peso por peso para poder comprarse otro equipo.
Ex barrendero, cartonero y paseador de perros caminó las calles porteñas durante muchos años. Ahora se encuentra en situación de calle, sufre el duro frío del invierno y lo agobia el calor del verano, pero a pesar de eso no quiere irse de “su lugar” ante algunos intentos del Gobierno de la Ciudad de hospedarlo en los paradores. “No me gustaría irme de acá, no podría vivir sin la gente que me brinda el cariño diario y a todos los que conocí. Tampoco podría vivir sin mis perros, y a ellos no los aceptan en ningún lado. Ahora el gobierno me quiere sacar por las buenas, pero a los linyeras de las plazas (Mauricio) Macri les manda barra bravas para que los muelan a palos. Yo lo viví en carne propia. Pero acá eso es imposible porque es mucho más seguro” cuenta Alejandro mientras acaricia a sus perros con sus manos ásperas y un poco hinchadas.
A centímetros de la “habitación móvil” de Pechito se encuentra el famoso restaurante Plaza del Carmen. Son las 20.38 y los comensales aumentan, además del frio la panza también empieza a quejarse. Una señorita de unos aproximados 25 años se acerca con un envoltorio de papel madera en la mano y dice “aceptame un regalo, te dejo tres empanadas”. “Gracias, pero yo te quiero a vos” responde Alejandro, haciendo reír a la chica y demostrando su constante buen humor. Toma el paquete y lo deja entre el colchón y la pared cubierta de mármol.
Se nota que a pesar de alguna que otra mirada de reojo y con desprecio que no sólo percibe este cronista, la gente del barrio lo quiere y lo ayuda mucho. “Para algunos soy un cero a la izquierda o directamente una molestia, pero también hay muchas personas que colaboran conmigo y me dan una mano, aunque yo les digo que no se fijen en mí, si yo a veces me puedo comprar mi comida. Que no se fijen si tengo televisor tampoco, que no hablen de eso. Que se fijen en los que están peor, en los que pasan hambre, frio y están sucios. Que no se fijen solo en mí, sino en otras personas también” reitera Pechito, casi dando una lección de generosidad y compañerismo.
La temperatura comienza a bajar, y los vecinos entran más de lo que salen de los edificios, los perros girar a su alrededor y se acurrucan en el colchón. Alejandro se toma tres minutos para ir corriendo hasta el quiosco a comprar un vino blanco antes que cierre. Esa bebida junto con algunos cigarrillos es su adquisición rutinaria. Su voz grave y su tosida constante demuestran que sus pulmones no están en condiciones de seguir este frio otoño en este estado. A él no parece importarle, vive el día a día “a su manera y que el futuro lo decida Dios”. Una señora se acerca y pregunta por él. Su nombre es Viviana Fernández y es dueña de la agencia de lotería de la cuadra. “Ale es un tipo excepcional con un corazón enorme. En el barrio hay mucha gente que lo quiere y hay gente que no porque dicen que en la estética de Scalabrini y Santa Fe no puede haber un linyera con un televisor. Tienen el alma muy chiquita algunos” dice Viviana. Pechito la ve y la saluda mucho cariño, cuenta que ella le regalo el colchón y lo lleva al hospital cuando necesita. “Es “como mi vieja” afirma.
Ya se hicieron las 21 y Pechito baja el volumen del televisor, toma un poco de vino blanco de la caja y se pone una campera de lana color marrón claro. Los negocios ya bajaron las persianas y apagaron sus luces. Lo único que aumenta es el olor a pizza que sale de la cocina de Plaza del Carmen, ya que el caudal de gente que camina es mucho menor al de hace unas horas al igual que el tráfico. Alejandro se queda en silencio y baja la cabeza. Refriega sus ojos achinados, piensa e inmediatamente se anticipa a una pregunta “nunca te metas en la droga, sé una persona honesta, sincera y no pierdas la humildad que es lo más importante que hay. Viví la vida que es única e irrepetible y nunca te olvides que todo tiene solución menos la muerte”.
Foto: Clarín.com
Opción 2
Foto: Clarín.com
Opción 2
Redactar una nota color sobre una feria de barrio a elegir entre estas opciones:
O alguna que ustedes sugieran, previo aviso y posterior aprobación de quien suscribe.

No hay comentarios:
Publicar un comentario